En el período previo a la COP27, la comunidad de la salud ha desarrollado conjuntamente recomendaciones de políticas sobre los temas de pérdidas y daños, mitigación, adaptación y finanzas.
El Acuerdo de París reconoce la relevancia del derecho a la salud para la acción climática. Hasta la fecha, la integración de los problemas de salud en la formulación de políticas y el monitoreo bajo la CMNUCC ha sido insuficiente, a pesar de las advertencias del IPCC sobre los impactos en la salud humana desde 1990. Las amenazas para la salud sensibles al clima ya causan millones de muertes evitables anualmente, lo que socava el derecho a la salud y a un medio ambiente saludable, además provocando graves pérdidas de productividad.
Al mismo tiempo, las acciones de mitigación en todos los sectores no solo reducen los impactos climáticos sino que también generan beneficios colaterales para la salud: las reducciones de emisiones en el sector energético mejoran la calidad del aire; los sistemas de transporte multimodal y las infraestructuras verdes mejoran la calidad del aire, favorecen la actividad física y pueden aumentar la equidad en la movilidad y la cohesión social y reducir el efecto isla de calor urbano. Además, los sistemas alimentarios y agrícolas sostenibles protegen y promueven una nutrición saludable.
El sector de la salud en sí mismo tiene un papel vital que desempeñar tanto en la adaptación como en la mitigación: como uno de los tres sectores priorizados con mayor frecuencia para la adaptación en las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC) de las Partes, el sector de la salud contribuye con el 4-5% de las emisiones globales y puede contribuir a los esfuerzos globales de reducción de emisiones.
Los esfuerzos de mitigación y adaptación en todos los sectores pueden reducir los impactos en la salud, pero las pérdidas y los daños relacionados con la salud como resultado de una mitigación y adaptación insuficientes están aumentando. Se necesita urgentemente financiación internacional para facilitar la mitigación y la adaptación, así como para abordar las pérdidas y los daños.
Las poblaciones saludables, que pueden garantizarse mediante esfuerzos de mitigación y adaptación en todos los sectores, son necesarias tanto para la productividad económica como para la resiliencia climática en general, y tienen más probabilidades de resistir y recuperarse de los impactos climáticos. Esto puede entenderse como resiliencia en salud.
Por lo tanto, la salud es tanto un requisito previo como un indicador crítico de la acción climática. Además, la salud es un poderoso acelerador para la acción climática: enmarcar y monitorear la acción climática en términos de salud puede generar un apoyo generalizado para una acción ambiciosa y generar altos rendimientos económicos de la inversión.
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