¿Por qué esto, por qué ahora?

Las emisiones globales de CO₂ procedentes de los combustibles fósiles alcanzaron un nivel récord en 2024, aumentando una vez más a pesar de las advertencias urgentes. Mientras la mayoría de los debates se concentran únicamente en las emisiones, Cradle to Grave pone de relieve los impactos ocultos en la salud de los combustibles fósiles, rastreando las toxinas liberadas en cada etapa de la producción y los efectos de por vida en los cuerpos humanos y las comunidades.

Este informe emblemático adopta un enfoque innovador: mapea todo el ciclo de vida de los combustibles fósiles, examina los efectos en cada etapa de la vida humana y en cada sistema del cuerpo, y combina la evidencia científica global con estudios de caso y testimonios personales para mostrar cómo los combustibles fósiles profundizan las desigualdades. Revisado por 15 expertos en medicina, salud pública, toxicología, derecho y política climática, ofrece la visión más clara hasta ahora de por qué los combustibles fósiles no son solo una amenaza ambiental, sino una emergencia de salud pública.

El informe investiga:

• ¿Qué contaminantes se producen en cada etapa de la extracción, el refinado, el transporte, la combustión y los residuos de los combustibles fósiles?

• ¿Cuándo y cómo es el cuerpo humano más vulnerable a estas exposiciones?

• ¿Cómo se acumulan los riesgos a lo largo de la vida y qué comunidades soportan la mayor carga?

Hallazgos y recomendaciones

Los combustibles fósiles dañan la salud en todas las etapas de su ciclo de vida — no solo cuando se queman.

Principales hallazgos:

• Los combustibles fósiles impactan negativamente la salud en todas las etapas de su ciclo de vida: desde la extracción y el refinado, pasando por el transporte y la combustión, hasta la huella de los sitios abandonados.

• La contaminación por combustibles fósiles afecta todas las etapas de la vida, desde el desarrollo fetal hasta la vejez. Los daños incluyen bajo peso al nacer, asma, cáncer, enfermedades cardíacas, demencia y muertes prematuras.

• Las toxinas de los combustibles fósiles pueden dañar todas las partes de nuestro cuerpo —incluidos el sistema inmunológico, reproductivo, cerebral y nervioso, el corazón, los pulmones, los riñones, la sangre y la médula ósea.

• Químicos como el plomo, el mercurio y las PFAS (“químicos eternos”) persisten en el suelo, el agua y la cadena alimentaria, intensificándose con cada exposición (biomagnificación).

• Los daños de los combustibles fósiles nos afectan a todos. Sin embargo, las comunidades ya desfavorecidas —incluidos los pueblos indígenas, minorías raciales y grupos de bajos ingresos— soportan la carga más pesada, a menudo en “zonas de sacrificio” cercanas a infraestructuras contaminantes.

• Más allá de los daños directos a la salud, las operaciones de combustibles fósiles provocan desplazamientos, desigualdad y crisis de salud mental.

• Los subsidios globales siguen sosteniendo a la industria, mientras que las sociedades absorben los costos sanitarios y ambientales.

El camino a seguir:

• Una transición rápida y justa hacia energías limpias y renovables ofrece enormes beneficios para la salud.

• Las soluciones limpias ya funcionan: las energías renovables, el transporte de cero emisiones y la agricultura regenerativa son asequibles, escalables y están ofreciendo aire más limpio, sistemas energéticos más sólidos y paisajes restaurados.

• La financiación existe: redirigir los subsidios a los combustibles fósiles podría acelerar rápidamente la transición.

• Que los contaminadores paguen: eliminar los subsidios ocultos a los combustibles fósiles y cobrar a la industria por los daños a la salud y al medio ambiente liberaría vastos recursos para la salud, la educación y el desarrollo.

• El propio sector sanitario tiene un papel vital que desempeñar, liderando con el ejemplo y alzando la voz.